La irrupción del Covid-19 en nuestras vidas se
instala como un estado de excepcionalidad disruptivo
que trastoca nuestra corriente cotidianeidad.
La perplejidad e incomodidad de esta nueva
condición hace que vivenciemos este momento
como profundamente incómodo, en suspensión,
en tanto aquello que avizoramos en el futuro mediato
e inmediato está pletórico de incertidumbres
e imprevisibilidad. El borde de “lo real”
parece estar desplazado. La “con-fusión” entre
“lo público” y “lo privado” se vuelve una suerte
de “fisura”. De allí que se configuran obstáculos
y rupturas de ciertos órdenes sociales que alteran
nuestras vidas y expectativas, interpelando
gramáticas, semánticas, y también instituciones
y convenciones discursivas. Entre esas interrogaciones,
se profundiza la interpelación hacia el
propio concepto de democracia y ciudadanía. La
matriz del cuidado, abrazada y potenciada por los
feminismos en sus alianzas y apuestas en la esfera
de lo subterráneo y desde las calles, nos viene
sugiriendo nuevos sentidos y una llave teóricoepistemológica
entrañablemente política.