Zangrandi, Marcos. Familias póstumas. Literatura argentina, fuego, peronismo. Buenos Aires, Ediciones Godot, 2016. La literatura, entre el fuego y la política

Una imagen del final de la novela Fin de fiesta(1958) de Beatriz Guido inaugura Familias póstumas: el féretro de un poderoso caudillo, Mariano Braceras, circula por las calles de un pequeño pueblo del conurbano sur de Buenos Aires, Avellaneda, allá por los años 30. Con su muerte se derrumba la continuidad de una época signada por la corrupción, el paternalismo, el fraude y la violencia. “Su pueblo vio pasar el féretro y el cortejo, escondido detrás de las cortinas de sus ventanas” (Guido Fin de fiesta 252). Su familia —los nietos—sepultan no solamente el cuerpo de su abuelo, sino que la tarea de “enterrarlo” (252) se expande para inscribir en esa escena la representación de la discontinuidad de un linaje, la desafiliación y el derrumbe de la voz paterna. Por lo tanto, el apellido Braceras ya no será marca de filiación, sino que, con su muerte, también desaparecerá su mandato. Se forma, así, un grupo familiar póstumo, como indica Marcos Zangrandi, porque se constituye después de que cae la figura paterna y su regulación se desvanece.