Si bien es cierto que en los últimos años la escena artística internacional le ha otorgado una singular relevancia a los movimientos de arte abstracto en América latina
mediante reiteradas exhibiciones, cuidados catálogos y un rastreo de documentos de
época que han llegado a convertirlos también en piezas de colección, la publicación
de María Amalia García viene a brindar una mirada divergente ya que se inserta dentro
de una ya bien establecida, podríamos decir, tendencia historiográfia de estas últi-
mas dos décadas en el país que busca revisar la historia del arte argentino y regional
incorporando a ellas la “vida de las imágenes”. El enriquecimiento en el estudio de los
trabajos artísticos se produce en muchos aspectos, pero fundamentalmente, en lo que
a el campo artístico se refire –si pensamos el libro ante todo en relación a sus antece-
sores– en la preocupación no solo por dar cuenta de los procesos previos y formadores
que dieron lugar a las obras de arte abstracto en Brasil y Argentina en las décadas del
cuarenta y el cincuenta, sino de los sentidos cultural y político que esas imágenes adquirieron en cada coyuntura local como portadoras de modernidad e identidad, y de cómo
jugaron un papel relevante en las relaciones político-culturales entre Brasil, Argentina
y Estados Unidos.