Si el dibujo es una decisión, cuando se instala abre, demarca y construye espacios. Los emplazamientos
imaginan un espectador en múltiples circunstancias respecto de las obras y aluden a formas simbólicas,
sueños imaginados, relatos medievales y simulaciones de maquetas. El cuerpo, cómplice, toma nuevas
coordenadas en cada obra, porque no representan sólo planos verticales correspondientes a la usual
postura del que mira, sino que nos acomodarnos e imaginamos en el dibujo, nos dibujamos en su
contexto.
El dibujo instalado diagrama una manera de transitar el espacio: analítica y narrativa. Allí es cuando el
papel se pliega para apropiarse del espacio y la fotografía velada entreteje trayectos que acceden a la
materialidad del procedimiento. Así como Piero Manzoni decretó la base del mundo y nos ubicó en un
lugar incierto del universo, ahora una mesa de trabajo invierte nuestra posición en el espacio y
presuponeun taller en otra dimensión.
La narratividad emerge cuando todo ingresa desde el revés de las formas, los dibujos demarcan
imaginados relatos oníricos e invisten figuras que se enfrentan y complementan. También, otros dibujos
registran la incertidumbre de una historia trazada por personajes que protegen, custodian o persiguen
una leyenda incierta. Aquello que carcome el papel es protegido por lo más puro del continuo trazo
monocromo.
En estas obras el dibujo cobra la condición de ser en el espacio, no son bocetos sino recorrido,
enunciación, proyecto y concepto. Una dimensión en la que los procedimientos son las acciones del
pensamiento, silogismos gráficos y formas de pensar.