Al hacer referencia al cruce entre arte y política hay dos posturas
que emergen rápidamente: la negación absoluta de una posible convergencia
entre estos dos ámbitos y la consideración evidente, casi obvia, de que todo
arte es político. Así, nos enfrentamos a una oscilación entre lo imposible y lo
ineludible. Más que analizar qué tan eficaces, contradictorias o contestatarias
son las prácticas de estos nuevos artistas-activistas se trata de cuestionar los
parámetros que se encuentran en el eje de la discusión y explorar los puntos
de cruce entre el arte y la política desde la postura “indisciplinadamente
transdiciplinar” que proponen los Estudios visuales. Así, retomaré parte del
pensamiento de Jacques Rancière para argumentar que la estética entendida
como ámbito de suspensiones y reconfiguraciones de la experiencia sensible
es el elemento clave que permitirá las articulaciones, desembocando en el
esbozo de una “estética de lo invisible”.