Contra una línea de interpretación reciente, que propone que la exhortación socrática a conocernos a nosotros
mismos expresa un interés en la singularidad del individuo, sugeriré que el «sí mismo» al que refi ere el precepto
socrático constituye una instancia universal, a saber, el alma de cada individuo en su dimensión común y compartida
por todos los seres racionales. Defenderé, por esta razón, una concepción mínima del «conocimiento de
sí mismo», la cual excluye el proceso inicial de reconocimiento de la propia ignorancia y enfatiza los elementos
negativos de la argumentación socrática.