La poesía de Enrique Lihn, caracterizada por su tono altamente prosaico y muchas
veces hasta ensayístico, está sujeta en varios de sus poemarios a la experiencia del viaje y de la
movilidad de un yo poético que a la vez que intenta recolectar sus impresiones del viaje, sufre
la inestabilidad de su mirada fugaz y siempre de paso que inmediatamente se traduce en un
lenguaje poético fragmentario y heterogéneo. Mas en su siempre crítica auto-observación
meta-literaria llega también a la afirmación que la movilidad exterior no tiene que coincidir
con el interior del sujeto que a la vez depende invariablemente de su lengua materna.
Aunque la poesía de Lihn a partir de los títulos se enmascara de literatura de viaje, rompe
decididamente con los discursos y tópicos tradicionales de los relatos de viaje.