Cuando el modernismo hispanoamericano entra al escenario de la literatura mundial,
las grandes convulsiones en el sector de los medios de transporte y comunicación
están en pleno desarrollo. Por sí solas, las biografías viajeras de sus representantes demuestran
en qué medida, a finales del siglo XIX, se multiplican tanto los desplazamientos
humanos como la transferencia de datos, saberes y mercancías. Sin embargo, no pocos
textos modernistas adoptan una actitud contradictoria ante la creciente tecnificación y
aceleración de los movimientos humanos. Por ello, el Canto errante entonado por Rubén
Darío en su poemario homónimo (1907) no solo celebra el viaje rápido “en automóvil” o
“en tren”, sino que también anhela la supuesta autenticidad de los modos de transporte
pertenecientes a la época ecuestre. De ahí que el artículo se proponga estudiar cómo ciertas
creaciones modernistas revelan una ambigüedad significante entre la identificación enfática
con la modernidad y la nostalgia del origen heredada del romanticismo.