El Líbano es un “Estado Penetrado”, cuya soberanía se ve asolada por la influencia que
los sucesos regionales y globales causan en el interior de las comunidades
subnacionales que lo habitan. Al mismo tiempo, los vínculos tribales, fuertemente
marcados en su población, sirven de anclaje a terceros Estados que se disputan espacios
de poder en este estratégico rincón del Mundo Árabe. El fenómeno no es nuevo.
Surgido en 1861, el confesionalismo político promovido por las potencias extranjeras
moldeó su sistema de gobierno, primero de la mano del Imperio Otomano y luego de
Francia. Este sistema, al día de hoy, presenta importantes continuidades.